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viernes, 30 de abril de 2010

ACTO POR EL 1º DE MAYO EN PLAZA LOPEZ 16 HS.

Se cumpen 120 años de aquel mítico acto de 1890 en donde mas de 10 mil trabajadores participaron de una de las primeros reclamos rosarinos para repudiar el asesinato de los Mártires de Chicago. Bajo el título "Un pueblo fuerte NO necesita líderes" la Columna Libertaria Joaquín Penina junto a la Juventud Antifascista de Rosario realizará este Sabado 1º de Mayo de 2010 a partir de las 16 hs la conmemoración del día de los trabajadores en la histórica Plaza Lopez de Avenida Pellegrini y Buenos Aires, de la ciudad de Rosario.
El acto se enmarca en una "jornada de lucha, memoria y resistencia por la libertad y la emancipación del pueblo. Lucha emprendida historicamente contra el Estado, el capital, el patriarcado y cualquier tipo de dominación". Bajo esta consigna también decimos que "Los anarquistas nos organizamos desde abajo".


En dicho acto habrá:
· oradores varios y micrófono abierto al público

· paneles sobre eventos históricos en donde el Anarquismo organizado participó de revueltas obreras

· proyecciones de audiovisuales referentes del tema

· feria de libros y material gráfico

· exposición de fotos alusivas

· intervención de Miguel Franchi y el 45 teatro con un fragmento de la obra "Sacco y Vanzetti"

· recital de bandas locales (Fuerza de Choke, Terapia Intensiva, Malatesta, Mental Shock)


Organizan:

Columna Libertaria Joaquin Penina (regional política del Anarquismo organizado)

Juventud Antifascista Rosario

jueves, 15 de abril de 2010

Discurso de derecha y batalla cultural

“El sis­te­ma de par­ti­dos po­lí­ti­cos ar­gen­ti­nos es una mier­da. Nun­ca exis­tió. El pe­ro­nis­mo, ¿has­ta dón­de fue un par­ti­do po­lí­ti­co? El pe­ro­nis­mo fue una abe­rra­ción, una ver­güen­za. ¿Qué es lo que quie­re el pe­ro­nis­mo? La Ar­gen­ti­na es un país que no se pue­de li­be­rar de la in­fluen­cia de un bo­lu­do, co­mo fue Pe­rón, un ig­no­ran­te, un neo­fas­cis­ta.” El au­tor de es­ta in­can­des­cen­te pa­rra­fa­da es un co­no­ci­do bo­cón: Jor­ge Schaul­sohn, un po­lí­ti­co chi­le­no que se jac­ta de de­cir lo que los de­más ca­llan, y que él pro­cla­ma en el li­bro de Pa­blo Ro­sen­do Gon­zá­lez La Ar­gen­ti­na fue­ra de sí.

En el 2004 es­tu­vo a pun­to de ga­nar la al­cal­día de San­tia­go, co­mo can­di­da­to de la Con­cer­ta­ción; an­tes ha­bía si­do pre­si­den­te de la Cá­ma­ra de Di­pu­ta­dos, pe­ro sus “de­sa­for­tu­na­dos” mo­vi­mien­tos fi­nan­cie­ros –mal vis­tos des­de la pers­pec­ti­va del Có­di­go Pe­nal– lo pu­sie­ron en la an­te­sa­la de la cár­cel. En­ton­ces, es­te lob­bis­ta de la de­re­cha par­la­men­ta­ria tu­vo que aban­do­nar su mo­des­to lu­gar jun­to a Se­bas­tián Pi­ñe­ra –pre­si­den­te elec­to de Chi­le– por sus cre­cien­tes di­fi­cul­ta­des ju­di­cia­les.

Ci­tar­lo tie­ne un so­lo ob­je­to: des­nu­dar lo que pien­sa la de­re­cha su­da­me­ri­ca­na –y no só­lo ella, cla­ro–, y de la enor­me li­vian­dad con que or­ga­ni­za su dis­cur­so pú­bli­co. So­la­men­te un pa­té­ti­co se­ñor pue­de creer que la his­to­ria gi­ra en tor­no de un “bo­lu­do”, y só­lo quien ca­re­ce de to­do sen­ti­do de las pro­por­cio­nes se jac­ta por de­cir lo que la ver­güen­za les evi­ta ver­ba­li­zar a los de su mis­mo pa­lo. Una pre­gun­ta cam­pea: ¿só­lo la de­re­cha su­da­me­ri­ca­na tie­ne tan ba­jo ni­vel?

Sa­rah Pa­lin, la can­di­da­ta re­pu­bli­ca­na a la vi­ce­pre­si­den­cia de los Es­ta­dos Uni­dos, aú­na la mis­ma li­vian­dad po­lí­ti­ca con idén­ti­ca ma­triz ideo­ló­gi­ca; es­to es, no se aver­güen­za de na­da; y es­to es lo des­ta­ca­ble, sus su­ce­si­vas bou­ta­des –es un mo­do ele­gan­te de con­tar­lo– no ha­cen que su lu­gar en la con­si­de­ra­ción po­pu­lar de­cai­ga. Ése es el ver­da­de­ro asun­to.

Hom­bres y mu­je­res par­ti­cu­lar­men­te me­dio­cres, sin la me­nor pre­pa­ra­ción in­te­lec­tual y po­lí­ti­ca, que a ga­tas pue­den leer un tex­to en voz al­ta, que no tie­nen la me­nor idea so­bre el fun­cio­na­mien­to es­truc­tu­ral de na­da, son vis­tos por sus con­ciu­da­da­nos co­mo re­fe­ren­tes in­sos­la­ya­bles. Y otro tan­to su­ce­de en la cul­ta Eu­ro­pa.

Ni­co­las Sar­kozy, an­tes de ser pre­si­den­te fran­cés, es­tu­vo a car­go del Mi­nis­te­rio de In­te­rior; co­rrían los días en que los jó­ve­nes pa­ri­si­nos de los ba­rrios pe­ri­fé­ri­cos que­ma­ban au­tos pa­ra lla­mar la aten­ción so­bre las te­rri­bles con­di­cio­nes de su exis­ten­cia. Sar­kozy no só­lo no se pro­pu­so en­ten­der qué pa­sa­ba, si­no que in­sul­tó –con las peo­res ex­cre­cen­cias ra­cis­tas– a los mo­vi­li­za­dos. El idea­rio de la de­re­cha clá­si­ca –se­xis­ta, an­ti­se­mi­ta, ho­mó­fo­bo, con­tra­rio al es­ta­do de bie­nes­tar, an­tio­bre­ro y dis­cri­mi­na­dor– bro­tó de sus la­bios sin ma­yo­res di­fi­cul­ta­des. Co­mo es Fran­cia tu­vo que pe­dir dis­cul­pas. Una for­ma­li­dad, por cier­to, pe­ro no una cues­tión me­nor. Cla­ro que ese pun­to de vis­ta le ase­gu­ró la vic­to­ria con­tra la can­di­da­ta so­cia­lis­ta en las úl­ti­mas elec­cio­nes pre­si­den­cia­les.

Cuan­do Juan ha­bla de Pe­dro so­bre to­do nos cuen­ta de Juan, ex­pli­có ha­ce ya mu­chos años el doc­tor Freud. En es­te ca­so, Sar­kozy mos­tró el puen­te que co­nec­ta des­de el af­fai­re Drey­fus –ce­le­bre ca­so de an­ti­se­mi­tis­mo mi­li­tar de los ser­vi­cios se­cre­tos que en­cu­brió la trai­ción, de par­te del Es­ta­do Ma­yor, a fi­nes del si­glo XIX– has­ta el co­lo­nia­lis­mo en Ar­ge­lia; sin ol­vi­dar, por cier­to, el co­la­bo­ra­cio­nis­mo con Hi­tler del go­bier­no del ma­ris­cal Pe­tain. To­da la his­to­ria bro­ta de sus pa­la­bras, un con­ti­nuo que abre­va del lo­da­zal san­gui­no­len­to del pa­trio­tis­mo im­pe­ria­lis­ta.

¿Y por ca­sa co­mo an­da­mos? En el tex­to más fa­mo­so del si­glo XIX, el Mar­tín Fie­rro, la es­ce­na de ma­yor in­ten­si­dad dra­má­ti­ca –la pe­lea en­tre Fie­rro y el in­dio que aca­ba de atar a la cau­ti­va, con las tri­pi­tas de su be­be– de­ja en cla­ro que el úni­co in­dio bue­no es el in­dio muer­to. Unos cuan­tos años an­tes de la de­no­mi­na­da “Cam­pa­ña del De­sier­to”, las va­lo­ra­cio­nes co­lec­ti­vas que la hi­cie­ron po­si­ble –va­lo­ra­cio­nes dis­cur­si­vas, por cier­to– ga­na­ron la ca­be­za de los ar­gen­ti­nos. Y un li­bro que no dio en vi­da pres­ti­gio in­te­lec­tual a su au­tor –Jo­sé Her­nán­dez era con­si­de­ra­do un es­cri­tor sin ma­yo­res va­lo­res es­té­ti­cos, y su tex­to, un li­bro po­pu­la­che­ro que gus­ta­ba a los peo­nes pa­ta al pi­so– en bo­ca de Leo­pol­do Lu­go­nes se trans­for­mó en oda na­cio­nal. Es de­cir, fue le­van­ta­do con­tra los obre­ros in­mi­gran­tes –so­cia­lis­tas, anar­quis­tas, fun­da­do­res de sin­di­ca­tos– re­cor­dán­do­les que si el gau­cho sin­te­ti­za­ba el ser na­cio­nal, y los gau­chos fue­ron ex­ter­mi­na­dos, ellos no co­rre­rían me­jor suer­te si se les ocu­rría re­to­bar­se.

La Se­ma­na Trá­gi­ca, con po­grom en el On­ce y to­do –ene­ro del ’19– y la ma­sa­cre de peo­nes chi­le­nos en la Pa­ta­go­nia por par­te del Ejér­ci­to (1921) mos­tra­ron a las cla­ras có­mo era la co­sa. La “paz so­cial” rei­nó has­ta oc­tu­bre de 1945, y ésa es la idea que to­da­vía pro­cla­man y prac­ti­can los con­ser­va­do­res del mun­do.

Lo de­más es sa­bi­do, el de­rro­ca­mien­to del go­bier­no cons­ti­tu­cio­nal de Pe­rón, sep­tiem­bre del ’55, y la dic­ta­du­ra bur­gue­sa te­rro­ris­ta uni­fi­ca­da de 1976. Con la re­cu­pe­ra­ción del go­bier­no par­la­men­ta­rio, la po­si­bi­li­dad de es­ta­ble­cer la ver­dad de lo ocu­rri­do se vol­vió teó­ri­ca­men­te po­si­ble. La cri­sis del 2001 des­tru­yó el or­den exis­ten­te, sin fun­dar uno nue­vo, pe­ro a las pa­la­bras no se las lle­va el vien­to. Las vol­vi­mos a es­cu­char en los jui­cios al co­mi­sa­rio Et­che­co­latz y el cu­ri­ta Von Wer­nich, y re­tum­ban en las va­lo­ra­cio­nes que lee­mos en los co­men­ta­rios que los lec­to­res es­cri­ben en las pá­gi­nas in­te­rac­ti­vas de los dia­rios. Con un aña­di­do: no se que­dan en tan mó­di­co lu­gar, as­cien­den has­ta el dis­cur­so po­lí­ti­co pú­bli­co.

No nos equi­vo­que­mos, na­die pue­de es­cri­bir co­mo si na­da “es un ju­dío de mier­da” sin pa­gar los cos­tos; pe­ro sos­te­ner que el ge­ne­ral Pe­rón es un “bo­lu­do” y que la com­pac­ta ma­yo­ría se re­fe­ren­cia en él, equi­va­le a de­nos­tar­la sin el me­nor equí­vo­co. Si lee­mos con un mí­ni­mo de aten­ción ése es el to­no y el fon­do del dis­cur­so po­lí­ti­co en bo­ga. De no­so­tros de­pen­de que de­je de ser­lo pe­na­li­zán­do­lo po­lí­ti­ca­men­te.

Nos vemos,


Sobre textos de Alejandro Horowicz

Fuente: El club de los Filómatas

martes, 13 de abril de 2010

CONVOCATORIA

¿SABIAS QUE LOS GRUPOS HEGEMÓNICOS CON INTERESES EN LA COMUNICACIÓN Y ALGUNOS JUECES QUIEREN IMPEDIR QUE TODOS PODAMOS HABLAR Y ESCUCHARNOS?

¿POR QUE?

PORQUE QUIEREN QUE TODOS PENSEMOS LO MISMO,
QUE NUESTRO DERECHO A INFORMAR Y ESTAR INFORMADOS SOLO ESTEN EN MANOS DE AQUELLAS EMPRESAS LIGADAS A LA ULTIMA DICTADURA

PORQUE QUIEREN SEGUIR HACIENDO NEGOCIOS A COSTA DE LOS INTERESES POPULARES.

PORQUE LES CONVIENE SEGUIR CON LA LEY DE RADIODIFUSIÓN DE LA DICTADURA PARA AMORDAZAR A LA DEMOCRACIA.

PORQUE IMPONEN UN RELATO UNICO E INTERESADO SOBRE NUESTRA HISTORIA Y NUESTRO PRESENTE, PARA CONDICIONAR NUESTRO FUTURO.

POR ESO ...

TENEMOS QUE LIBERAR LA PALABRA, LA NUESTRA, LA DE TODOS SIN EXCLUSIONES ...

TENEMOS EL DERECHO DE EXPRESARNOS LIBREMENTE PORQUE EL DERECHO A LA COMUNICACIÓN DE LOS PUEBLOS NO SE NEGOCIA ..

… PARA PONERLE FIN AL LEGADO DE LA DICTADURA ...
… PARA RATIFICAR QUE LOS DERECHOS HUMANOS SON LA PIEDRA FUNDAMENTAL DE LA VIDA EN DEMOCRACIA …
TENEMOS RAZONES
… PORQUE ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE LOS PROCESOS DE CONSOLIDACIÓN DE DEMOCRACIA Y JUSTICIA EN NUESTRO CONTINENTE SON PLENAMENTE DEPENDIENTES DEL EJERCICIO DEL DERECHO A LA INFORMACIÓN DE MODO UNIVERSAL.
… PORQUE ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE LA LIBERTAD DE EXPRESARSE, OPINAR E INFORMARSE ES FUNDAMENTAL PARA EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS, Y PARA MANTENER VIVAS SUS CULTURAS Y DIVERSIDADES.
… PORQUE ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE CUANDO NO HAY DEMOCRACIA, JUNTO CON EL DERECHO A LA VIDA Y A LA LIBERTAD FÍSICA SE ATENTA SIEMPRE CONTRA LA POSIBILIDAD DE EXPRESIÓN E INFORMACIÓN DE LAS MAYORÍAS.
… PORQUE ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE SÓLO EL PLURALISMO GARANTIZA EL EJERCICIO DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL ESTADO DE DERECHO.
TENEMOS UNA LEY DE SERV ICIOS DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL DE LA DEMOCRACIA
FUE APROBADA EN DIPUTADOS DE LA NACIÓN 17/09/09
FUE APROBADA POR EL H. SENADO DE LA NACIÓN 10/10/09
Y PROMULGADA POR EL PODER EJECUTIVO NACIONAL EL 10/10/09

SIN EMBARGO …

LOS REPRESENTANTES DE LOS INTERESES ECONÓMICOS QUE HUNDIERON NUESTRO PAÍS LO IMPIDEN

DEFENDER LA DEMOCRACIA ES DEFENDER SUS LEYES.
LEY DE MEDIOS AUDIOVISUALES ¡YA!

NOS CONCENTRAMOS EN EL MURAL DE OTOÑO URIARTE EN PLAZA PAGANO ESTE JUEVES A LAS 5 DE LA TARDE

MARCELA NOBLE PODRÍA SER LA NIETA DE CHICHA MARIANI

La fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, sospecha que la hija de Ernestina Herrera de Noble, dueña de Clarín, sea, en realidad, su nieta, Clara Anahí, quien fue secuestrada tras el bombardeo a su casa en La Plata, en noviembre de 1976.

En declaraciones brindadas a una radio local, Chicha confirmó que hizo una presentación judicial ante el juez Corazza y por su intermedio ante el juez Bergesio, de San Isidro, que es quien lleva adelante la causa por los hijos de la dueña del multimedio Clarín.En la acción, se solicita “que se entrecrucen los análisis de Marcela Noble y los de mi familia que están en el Banco Genético y también con todos los familiares que figuran allí porque así lo dispone la ley”.
Consultada sobre en qué basa sus sospechas sobre que Marcela Noble sea Clara Anahí Mariani Teruggi, explicó: “tuve dudas desde 1977 cuando los obispos de La Plata y religiosos me prometían que me iban a ayudar, al tiempo volvía y eran otras las personas que me recibían”. Además, reveló que en un momento, “me dijeron que mi nieta estaba con gente de muchísimo poder, que era imposible tocarla. Lo recibí de la Iglesia una y otra vez, pero hubo otros elementos que me fueron convenciendo de que podía ser Clara Anahí”.
Asimismo, Chicha admitió que en un momento perdió la esperanza de que Marcela Noble pudiese ser su nieta, al revisar, junto a su abogada, el expediente de su adopción y verificar que “las fechas no concordaban”. Sin embargo, la expectativa resurgió cuando “vinieron dos personas a avisarme que ese expediente era totalmente falso y se descubrieron mentiras”. La fundadora de Abuelas recordó que “cuando asumió Alfonsín, los llevaron a una escuela suiza hasta que vieron que no pasó nada, entonces los fue a buscar la madre, las fotos de los chicos con príncipes, reyes y presidentes salían en los diarios y yo las junté y encontré parecidos” y Marcela Noble “se parece bastante a la familia de Diana ahora”.
En ese marco, Chicha recalcó que “cuando se llevan a Clara Anahí, la ponen en el auto de Fiorillo (un policía), y ahora me entero que él fue quien llevó a Marcela con la señora de Noble. La llevó de La Plata porque hay documentos de personas que afirman que monseñor Plaza intervino en la entrega de Marcela”.
“Ahora dije basta, no quiero quedarme con la duda y pedí que se hagan los análisis y se crucen con mi familia y con los demás también”, declaró Chicha y se preguntó: “¿Alguien se detiene a pensar en los 33 años que llevan Madres, Abuelas y familiares de esta tortura infinita de no saber, es la tortura más grande y se acrecienta porque uno se va a ir y no pudo hacer nada, y dónde está y cómo duerme, dónde vive y con quién?”.
“Hay mucha gente que da una mano. Sé que lo que ocurrió en la calle 30 lo sabe toda la gente del barrio, muchos vieron cómo se la llevaron a Clara Anahí, en cambio se difunde la versión de que había muerto, sin embargo, dos personas me dijeron la verdad, pero si lo hubieran dicho hace 20 años, cuánto dolor hubieran evitado”, reflexionó Chicha Mariani. Por último, Chicha dijo que otro de los elementos que la llevan a pensar que Clara Anahí podría ser Marcela Noble, tiene que ver con las muchas mentiras que se dijeron en torno al paradero de su nieta: “Por qué tapan tanto lo de Clara Anahí? ¿Por qué se inventaron tantas cosas? ¿Para qué? Es porque están tapando algo muy grosso”.

OPINIÓN.

Clara y la oscuridad
Josefina Licitra

Clara Anahí Mariani nació el 12 de agosto de 1976. Tenía, desde un primer momento, un cuerpo y un nombre. Y padres. Su mamá se llamaba Diana Teruggi y estudiaba Letras. Su papá, Daniel Mariani, era economista. Ambos vivían en Plata, la ciudad donde se conocieron, donde compraron una casa modesta –ubicada en la calle 30 entre 55 y 56–, donde tuvieron una hija, donde fueron asesinados y donde Clara Anahí Mariani desapareció.
Ocurrió el 24 de noviembre de 1976. Clara tenía tres meses. Esa mañana Diana se preparaba para llevarla, como todos los lunes y los miércoles, a la casa de su suegra. Pero nadie llegó a ninguna parte. En algún momento, la casa fue rodeada por tanques de guerra, helicópteros, patrulleros y doscientos miembros del Ejército. Todos estaban al mando de Ramón Camps –entonces jefe de la policía bonaerense– y querían sangre. No queda claro si alguien dijo “ahora”. Sólo se sabe que la balacera reventó hasta el alma de las cosas. Y que Diana pudo, tras la primera descarga, esconder a Clara en una bañera, bajo una pila de almohadones.
En la casa de Diana, Daniel y Clara funcionaba una imprenta de Montoneros, a la que se accedía de un modo solapado. Allí se editaba la revista Evita y una serie de publicaciones que echaban algo de luz sobre las muertes, las torturas y las desapariciones que eran fantasmas innombrables por buena parte de los medios de comunicación. Se sabe que al gobierno militar cierta prensa le molestaba mucho, entre tantas otras cosas que también le molestaban mucho.
Diana fue acribillada bajo un limonero. En la unión de dos paredes –un rincón donde hoy se concentran decenas de agujeros de bala– fue asesinado Daniel Mendiburu Eliçabe, el marido de Feli, el papá de Pablito, el hermano de Fideo y Cali (Feli, Pablito, Fideo, Cali: los nombres de una parte de mi infancia; los compañeros de exilio de mi padre). También mataron a Roberto César Porfirio, Juan Carlos Peiris y Alberto Oscar Bossio, y volaron ventanas a punta de bazucas porque, en fin, a los militares les gustaba el tema de llegar de a cientos y en tanque, aunque “el enemigo” consistiera en cuatro personas y un bebé.
Los únicos que no murieron esa tarde fueron Daniel Mariani –no estaba ahí, aunque sería asesinado ocho meses después– y Clara. Su llanto se escuchó cuando llegó el silencio. Y después no se escuchó otra cosa.
Clara fue entregada a Ramón Camps y desde entonces crece en otra familia. Tiene mi misma edad: 34 años. Y un nombre que no es el suyo. Como todo lo demás, que tampoco es suyo. No tener nombre es no tener nada.
La abuela de Clara se llama María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, es fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y está viejita. Así lo dice el mail que recorre las casillas de muchísima gente estos días: a los 87 años, Chicha Mariani está viejita y, como todos los viejos, tiene la urgencia de los asuntos pendientes. Chicha busca a su nieta desde que encontró sus ropas mínimas entre los escombros de la calle 30. Un comisario le confirmó, en ese momento, que su nieta estaba viva y que había sido colocada “muy alto”. Lo mismo le dijeron un monseñor y un capellán de La Plata. Chicha, entonces, llegó lo más alto que pudo. Tiene varios motivos para sospechar que su nieta podría ser Marcela Noble, la hija apropiada de Ernestina Herrera de Noble.
No es fácil. No va a ser fácil. Chicha tiene 87 años y está viejita. Quizás algún día yo también sea abuela. Pero por ahora la cuestión del afecto es sólo esta suposición: cuando veo a mi madre querer a mi hijo, intuyo que el amor por un nieto es muy superior al mito alcanforado de la “tercera edad”. Lo más preciado de lo más preciado: eso será un nieto. Un número elevado a su propia potencia, un último y desesperado aprendizaje.
Hoy hay 400 Abuelas de Plaza de Mayo –nacidas en 1977 como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos– buscando el único eslabón que las tiene atadas a los días. Morir sin encontrarlo, en el fondo, es haber vivido en una especie de inframundo. ¿Entonces es posible morir más de una vez? Claro que sí. Ellas saben que sí. Está comprobado que sobreviviste y estás en poder de alguien. Ya tienes 34 años y tu número de documento probablemente sea cercano al 25.476.305 con el que te anotamos. Yo quisiera pedirte que busques fotos de cuando eras bebé y las compares con las que acompañan este texto. (…).

A mis más de 80 años mi aspiración es abrazarte y reconocerme en tu mirada, me gustaría que vinieras hacia mí para que esta larga búsqueda se concretara en el mayor anhelo que me mantiene en pie, el que nos encontremos”. Eso, en síntesis, dice la carta que hoy circula por la web. Dice, además, que el tiempo es poco, que hay que difundirla pronto y que todas las vías valen la pena. Ésta incluida. --

"Detras del miedo está la libertad".Graffiti